Muchas
veces he escuchado decir que todo vuelve, que el mundo es como las
olas, que todo viene y va.
En
los años noventa, justo antes de comenzar aquello que algunos llaman
ladrillazo – y que ya que lo nombro me gustaría incidir en mi duda
existencial sobre el tema: ¿A qué se atribuye el nombre? ¿A un
periodo con: gran cantidad de ladrillos, gran movimiento de
ladrillos: hacia las construcciones o hacia las cabezas de algunos?
Eso
lo digo porque si bien es cierto, que nuestro paisaje en estos
últimos años ha ido perdiendo los colores de la madre tierra en
estado puro, en detrimento del sucedáneo que obtenemos al digerir a
ésta en la bóbila -acabo de descubrir en este mismo instante que
“la bòbila”, que viene a ser una fábrica de ladrillos, pero no
encuentro por todo lo largo y ancho de este Google, una traducción,
un sinónimo, algo...
Si
restar un ápice de importancia, dejaré a un lado mis dudas
existenciales sobre el nombre del lugar donde se fabrican los
ladrillos y también los ladrillazos cerebrales, entendidos como
efecto y como daño colateral del mismo.
Me
preocupa el descalabro producido en todos sus niveles y si bien, los
más afectados son los subsidiarios del mismo, con todo el drama
social y personal que conlleva, más acaba preocupándome la
irresponsabilidad de la clase dirigente, que olvidando por completo
quien los ha llevado a ese lugar de privilegio que hoy ocupan,
arremeten únicamente contra ellos, castigando no solamente en sus
economías a esos que los llevaron al poder, sino premiando a los
verdugos de los que un día, les dieron -bueno, en estos momentos
quizás sería más correcto hablar de refrendar en lugar de dar, con
varias décadas de por medio, el poder perdido-
Las
políticas a las que nos estamos sometiendo cada día recuerdan más
a las de una dictadura – en los mentideros reales cada vez es más
frecuente topase con más de aquellos del “¿Sabe usted con quien
está hablando?”, y lo peor de todo es que la sociedad está en
estos momentos tan fracturada, se encuentra en tal grado de
vulnerabilidad, que intenta evadirse de la cruda realidad, quema sus
últimos cartuchos de felicidad despilfarrando lo que no tienen,
evitando pensar en un futuro que cada hora que pasa se nos torna más
oscuro.
¿Han
visto alguna vez una serie de televisión que se llama “La que se
avecina”? ¿Se han parado ha pensar a cuantos “Capitán Salami”
conocen? Que ladrillazo tiene dado...
Para
terminar, el enlace:
En
la actualidad, de vuelta al principio pero con bastante menos
ilusión, esperamos que nuevos ladrillazos, aunque sean de
estructuras o infraestructuras que no se puedan mantener, den trabajo
e ilusión durante un tiempo, proyectos de tipo lúdico, que no voy a
nombrar ahora, de la misma forma que otros en los noventa, serán el
pan de hoy y el hambre para mañana, solo espero que algo hayamos
aprendido y no nos dejemos nuevamente embaucar por estas situaciones
puntuales, que no son más que puras quimeras para todo aquel que
cada día tiene que salir a ganarse el pan.
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