martes, 19 de febrero de 2013

AQUÍ NO SE SALVA NI EL REY


No sé si alguno de ustedes ha paseado una tienda de “souvenirs”, aquellas que proliferan en los lugares turísticos donde hace unos años encontrabas muñecas vestidas de flamencas, castañuelas, azulejos que decían “Hoy no se fía, mañana sí” y ceniceros en los que se podía leer “Aquí no fuma ni Dios”.
Uno de éstos últimos, el cenicero de marras, tenía su base operativa en la casa del vecino de al lado.
Mi padre, que era de aquellos hombres al uso,de los que marcaron una época, un tiempo donde todavía entrar en la casa del vecino de al lado era algo natural, sin que aquel traspaso de domicilio quisiera decir queja o descontento, cada vez que entraba en el comedor -eso que ahora nos empeñamos en llamar salón, aunque sigamos comiendo en él- y veía aquel cenicero, lo cogía, lo miraba, y acto seguido, leía en voz alta: “Aquí no fuma ni Dios”. Después, miraba al vecino y le decía: “Vecino, ¡pero si aquí fuma hasta la virgen! “ y luego, pues hablaban de lo que conviniera.
Dirá más de uno que, a parte de una escena de “Cuéntame”, ¿Qué puede parecer esto?
Pues todo ha sido un flash que leyendo alguna noticia de nuestro ahora, me ha traído aquel recuerdo a la palestra.
¿Qué fue? Aquí tienen la respuesta:
Pensé en la afirmación constante de transparencias y honestidad por parte del gobierno,”Aquí todo el mundo es honesto” o algo parecido, y acto seguido, la réplica que, si mi padre estuviese aquí, sin duda diría: “Aquí no se salva ni el rey.”
Y seguro que, sin miedo, se quedaría tan pancho.

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