viernes, 31 de mayo de 2013

OPERETA EN EL LICEU

La curia principesca debería tomar los abucheos, no como una falta de respeto y una muestra de mala educación sino como lo que realmente son, un aviso de lo que está a punto de suceder. Solo se necesita leer entre líneas, no hace falta ser una mente privilegiada para entender que la conducta aparentemente impropia de los asistentes al teatro más selecto y afín a la corte, no es más que una advertencia de lo que ocurre en el país. Ni más ni menos que un aviso en clave que parece pocos han entendido y que viene a decir, con formas de juglar del siglo veintiuno y aprovechando la sala de butacas y los palcos, que es donde nos encontramos, algo parecido a una pantomima de lo que se cuece en los fogones del burgo, utilizando como elemento definitorio, esos modales hoscos que desde siempre y en la mayoría de las ocasiones de manera desafortunada, se asocian con todo aquello relacionado con esa parte de la sociedad, esa que necesita recurrir al bajo recurso de trabajo si de llenar su buche de lo que se trata.
Los lacayos de turno, en muchos casos aristócratas de mediopelo venidos a menos, otros de la familia del quiero pero no puedo, y los amos del dinero, esos que pretenden teñir de azul su sangre a base de mantecadas de billete morao, no han dejado pasar la oportunidad de ganar la gracia real, aunque parece ser, que tan rebuscado ha sido el giro, que ni los más refinados pareceres han entendido.
De la gracia en cuestión para estos últimos, si que podría no entenderse ese extraña relación, que más que socio-política parece de amor-odio, que de querer tapar el sol con un dedo pasan a querer apagarlo a manguerazos.
Y mientras este teatrillo, valga hoy decir, gran teatro, el burgo hace la compra destapando los contenedores, bolsa en mano. Y yo, pedazo de carne, me siento culpable, porque todavía puedo ir al mercadona. Y otros... de opereta...


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